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18/04/2024 | Clarin Rural
No está fácil la cosa...
El ataque de Irán conmovió al mundo y la Argentina no es ajena al conflicto.

 

Hace treinta años que estamos en foco. Pero lo nuestro es el agro y la misión de esta columna es ver cómo impactan los acontecimientos en el sector.

La realidad es que, contra lo que podría esperarse, la escalada bélica no redundó por el momento en mayores consecuencias sobre los mercados agrícolas. Nadie pretende sacar ventajas económicas de un conflicto bélico, porque lo que está en juego es demasiado grande para el futuro de la humanidad y de nuestra sociedad. Sin embargo, en esta coyuntura crítica de la economía nacional, todo lo que suceda con el agro pasa al primer plano.

Y bueno, no está pasando gran cosa. Sinceramente, esperaba una fuerte suba del petróleo. Está involucrada la región que produce más del 30% del oro negro del mundo. No pasó gran cosa. Quizá ya estaba descontado por aumentos anteriores: desde diciembre, cuando el Brent estaba a 75 dólares, se había pasado a los 90 actuales. Pero ayer, cuando abrieron los mercados, tras el ataque de Irán a Israel con misiles y drones, la cotización no se movió. Incluso, en un momento bajó.

Ya sabemos que en general los commodities marchan con el mismo paso. Y en particular, hay una estrecha relación entre el precio del petróleo y el de los granos. Lo hemos explicado muchas veces en los últimos años, pero conviene recordarlo: el petróleo incide en forma directa en los costos agrícolas, tanto como fuente de energía (gasoil para sembrar, proteger los cultivos, cosechar y transportar) como por la incidencia en el costo de los insumos clave. Fertilizantes y agroquímicos.

Pero también impacta por el lado de los precios. La irrupción de la bioenergía, hace ya tres décadas, determina un efecto de arrastre por la posibilidad de sustituir derivados del petróleo por derivados de la agricultura. Biodiesel, etanol. El 40% del maíz de Estados Unidos se destina a la fermentación para obtener un sustituto de la nafta. El gasoil en todo el mundo ya se corta entre un 5 y un 20% con biodiesel.

Sin embargo, en los últimos meses se produjo un divorcio en esta tendencia. Los precios agrícolas han bajado un 30%, mientras el petróleo subió un 20%. En esto incide el aluvión de oferta, con una buena cosecha en los Estados Unidos y, sobre todo, la consolidación del crecimiento de la producción en Brasil. Y también de la oferta exportable argentina, tras la recuperación después de la sequía del 2022/23. Coyunturalmente, sobra comida. Y la invasión de Rusia a Ucrania –que tuvo un fuerte impacto porque ambos son actores importantes en los mercados de trigo y maíz—ya fue asimilada por los mercados.

Así, nos encontramos con una buena cosecha, ahora frenada por las lluvias y con la preocupación del impacto de la chicharrita en el maíz. Pero con precios bajos. Y con un gobierno que viene postergando la decisión más prometida y esperada: la reducción de los derechos de exportación. “No hay plata”. El equipo económico de Milei (como le había pasado a Macri) carece de la creatividad necesaria para combinar la necesidad de financiar al Estado sin castigar al sector que le provee las divisas. Con los bajos precios actuales, más necesario aún.

Frente a esta realidad, el sector se debate en temas más pedestres. En estos días, hubo agitación por el pedido de un laboratorio de traer una cantidad importante de dosis de vacuna antiaftosa de Brasil, previa agitación sobre el precio que pagaban los productores argentinos, superior al de los países vecinos. Todo bien con la importación y la apertura, para incrementar la competencia y bajar los precios. Pero en este caso es un tema de alto riesgo, ya que no se garantiza la misma cobertura. Continúa la presión sobre el Senasa para que autorice esta vacuna, más cuando se trataría de un stock remanente provisto por un laboratorio brasileño que ya dejó de producirla.

Es peligroso también que, en nombre de la reducción de costos, se agite nuevamente la posibilidad de dejar de vacunar. El fantasma del 2000 está demasiado presente, con aquella imagen de reconocidos dirigentes ruralistas llorando de emoción, en la sede de la OMSA (organización mundial de la sanidad animal) en París cuando “logramos” ser declarados libres de aftosa sin vacunación. Duró seis meses, ya estuvimos ahí.

Hay que pensar en grande. Campo y gobierno. Esta semana se fue una compañía internacional muy importante: Nutrien. Además de su imponente estructura comercial y de servicios, accionista de Profértil, junto con YPF. La mayor fábrica de fertilizantes del país. No es una buena noticia. Perdió mucho dinero, en buena medida impactada por la compleja relación insumo/producto generada en el gobierno anterior por las retenciones y el desdoblamiento cambiario.

Es una fuerte señal de alerta. Sobre todo, de cara a la siembra de la próxima campaña. Es cierto que se redujo sustancialmente la brecha cambiaria. Pero los precios bajos, más el costo argentino, más las retenciones, obligan a actuar ya. En las próximas semanas avanzará la cosecha y entrará un aluvión de dólares. Pero no debe caerse en el espejismo de corto plazo. Esto es un flujo y el país lo necesita.


Héctor Huergo


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